Durante la Revolución Francesa se produce, oficialmente, la ascensión de la "burguesía" al poder, en detrimento del denominado "Antiguo Régimen", representado por el Rey y la nobleza.
Dicha Revolución es, en definitiva, el triunfo de lo que, más adelante, se denominará capitalismo y cuyo más fiel representante será el liberalismo, tan en boga en nuestros días.
Es indiscutible, pues, que el liberalismo es el hijo predilecto de dicha "revolución" que dio inicio a lo que los historiadores llaman Edad Contemporánea.
En España, los liberales proclamaron la Constitución de 1812, tan añorada por muchos de ellos (e incluso, sorprendentemente -aunque no tanto-, por los socialistas españoles). Una Constitución inspirada, por supuesto, en parte de los principios revolucionarios franceses.
Pero la Revolución Francesa no sólo dio a luz al liberalismo:
Durante los posteriores años revolucionarios se formó igualmente un grupo autodenominado Los Iguales y que no era sino un preludio de lo que sería el comunismo posterior: pensaban, entre otras cosas, que todos los franceses tenían el derecho a ganar lo mismo...
El preludio del comunismo, el socialismo y todos los histerismos posteriores estaba ya sembrado y sólo hubo que esperar unas décadas para que el fruto germinase...
La ligazón entre liberalismo y socialismo -polos aparentemente antitéticos- se produciría años después, cuando Lenin emprendió un viaje de Alemania a Rusia para financiar la Revolución Bolchevique, en un tren cargado de oro -y que no debía hacer parada intermedia alguna- financiado... (¡agárrense fuerte!) por los Rotschild europeos y los Rockefeller estadounidenses... ¿Extraños compañeros de cama, verdad?: el puro liberalismo aliado al puro comunismo...
Años después, un joven Mussolini se convertiría en un miembro destacado del Partido Socialista Italiano e, inspirándose en sus principios y cambiando algunos detalles, crearía el primer partido fascista... De ahí a la denominación "nacional socialismo" sólo hubo un paso...
Ésta es la cuestión: tanto el liberalismo, como el socialismo como el fascismo -aparentemente posturas irreconciliables- son herederos de la Revolución Francesa, es decir, comparten un mismo origen, que conformaría el mundo actual, un nuevo mundo para la época, es decir, un Nuevo Orden Mundial.
¿Pero existe algún nexo común entre estas tres ideologías, aparentemente tan dispares...?
Sí existe y no sólo uno, sino dos.
En primer lugar, el más destacado es su radicalidad:
El liberalismo es la ideología del "vivan los ricos y que se mueran los pobres", la ideología del triunfo del más fuerte, del más capacitado para "crear" riqueza. Es la típica ideología estadounidense del "tú eres un perdedor y yo soy un ganador". Lo más anticristiano imaginable.
En cuanto al radicalismo del socialismo/comunismo y del fascismo... para qué hablar.
Y el otro nexo común que comparten es el anticristianismo:
A un liberal, que no le hablen de las encíclicas del Papa ni de Evangelio alguno: a él, que le hablen de la bolsa, a través de la cual consigue grandes orgasmos y fuertes depresiones; que le hablen de dónde invertir, que le hablen de cómo ahorrar impuestos. Es el más ferviente seguidor del laicismo, y un claro ejemplo lo encontramos en España, donde al Partido Popular -tomado al asalto hace años por los liberales-, lo que menos le preocupa es que quiten los crucifijos de la escuela o que los hombres se casen entre sí... Pecata minuta para ellos...
El socialismo, como todos sabéis, es profundamente anticristiano y, a marchas forzadas, además del proceso de laicización europeo que ha emprendido, está embutiendo a inmigrantes de otra religión -la musulmana-, para no dejar resquicio alguno de lo que alguna vez fue el Cristianismo.
Y el fascismo... para qué hablar... con su culto a "dioses paganos", con la exaltación del hombre y su raza... En España tuvimos una extraña mezcla de fascismo y catolicismo en eso que se denominó "nacionalsindicalismo", pero, bueno... España... España es siempre la excepción que confirma toda regla...
Pero, bueno... -me diréis- ¿existe alguna opción política que pueda votarse, que deje a un lado y para siempre esa enfermedad revolucionaria del radicalismo y el anticristianismo...?
Existe una, pero aparenta estar desaparecida en combate... y hablo, ni más ni menos, de la democracia cristiana. Aquella ideología, conservadora y moderada, que se inspiraba en la doctrina social de la Iglesia.
Abogo, pues, por un necesario resurgimiento de esta forma de ver el mundo, donde la tradición y la moderación sepulten para siempre a este conglomerado de grillos histéricos que representan los liberales, los socialistas y los fascistas.
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