Una de los misterios que nunca me ha dejado de intrigar es la obsesión de la Masonería y sus derivados illuminati por el número 3.
Remontándonos a los tiempos de la Revolución Francesa observamos ya el trinitario número en la división que Montesquieu realizó de los poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. ¿Por qué tres y no dos o cuatro o cinco?
Igualmente obsesionado con el tres se muestra uno de los símbolos masónicos más destacados: el triángulo con el ojo en el centro que todo lo ve... o su versión tridimensional en forma de pirámide.
Considerando al 3 no como cantidad, sino como guarismo, lo vemos repetido en la cifra 33: 33 suelen ser los grados masónicos ordinarios; 33 es la suma que el masón Gaudí daba como resultado en los cuadrados mágicos con los que adornó algunas de sus obras; 33 son los días de indemnización por despido que el Gobierno de títeres masónicos de Zapatero intentan imponer en nuestro atribulado país... ¡y hasta 33 es la edad que pretenden atribuir a Jesús cuando fue crucificado!
Esta última referencia al cristianismo viene a cuento porque es muy posible que la Masonería (o su organización antecesora, que muchos remontan a época egipcia e incluso mesopotámica) introdujera esa misma obsesión por el 3 en el Cristianismo: el más claro ejemplo es la Santísima Trinidad: la constante repetición del lema "tres personas distintas en un solo Dios verdadero" que, en los Evangelios, no aparece con tanta claridad, pero que el Catolicismo no deja de repetir machaconamente una y otra vez...
¿Es quizás esta obsesión por el tres una prueba más de que las creencias predecesoras de la Masonería se introdujeron, desde el principio, dentro de los dogmas que impregnaron a la Iglesia?
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