¿Quién es este curioso y obsceno personaje?
En primer lugar, hemos de decir que es un "extranjero".
Pero la palabra "extranjero", hoy en día, es harto imprecisa en España:
- En esta tierra de lameculos, normalmente denominamos "extranjero" al extranjero rico, es decir, al turista: "extranjeros" son, pues, los vomitones ingleses y alemanes que animan el devenir playero con alegres cánticos melopeicos y gritos estentóreos, allá por donde plantan sus atilianos pies; "extranjeros" son también los discretos franceses y los gregarios estadounidenses que avanzan en grupo todosjuntosypegaditos por si los malvados españoles les robamos sus bien endolarizadas billeteras.
- Una segunda categoría son los "japoneses", a los que, aunque también sean extranjeros, turistas, gregarios y ricos, preferimos denominarlos por su gentilicio original, por aquello de que los españoles "no somos racistas", pero nos vemos muy guapos comparados con ellos (...ya saben aquello de que en el reino de los ciegos el tuerto se cree el rey...).
- A los extranjeros pobres, sin embargo, les llamamos simplemente "inmigrantes".
Pues bien, el "sacamocos sin pañuelo" entra dentro de esta última categoría de extranjeros: la de los inmigrantes.
Este sujeto normalmente es un señor joven (inferior a los 30 años), africano (nor-, sub- o centrosahariano) o de algún ignoto país del Este europeo, delgado (no sé por qué) y que gusta de sacarse las secreciones napiosas sin utilizar pañuelo alguno.
Usa para ello los dedos, que, a modo de pinza, sujetan grácilmente la nariz. De un resoplido, intenta expulsar con vehemencia el susodicho mucamen que, como una estalactita, suele permanecer colgado durante cierto tiempo del alero. Si de un solo bufido no pasa a convertirse en estalagmita, un segundo impulso eólico conseguirá tal fin.
Tras la operación, el sacamocos se queda muy tranquilo y, feliz, prosigue su pizpireta andanza por nuestras soleadas calles después de habernos dejado un inolvidable recuerdo.
El sacamocos es, además, un ser de nuestros tiempos, pues es ecologista: prefiere no usar pañuelo alguno, ya que dañan la naturaleza (hay que cortar muchos arbolitos para producir los malvados kleenex...).
Debemos ser solidarios además con los sacamocos, pues deben de ser tan pobres, tan pobres, que no tienen ni para llevarse nada a la nariz.
¡Ah, el sacamocos! ¡Qué tierna imagen para estos tiempos de penuria moral, económica y estética!
¡Qué exacta y explícita imagen de esta España zapateril en la que lo hortera, lo indecente o lo -literalmente- guarro se ha convertido en la norma que impulsa toda nuestra actividad cotidiana!
¿Y qué es lo que nos deparará el destino en próximas ediciones...?
¿Quizás el pedorretero sin pantalones...?
No hay comentarios:
Publicar un comentario