Recientemente, este transgénico de Presidente llamado Evo Morales, que Bolivia tiene la penitencia de padecer, y cuyo nombre -ya de por sí- parece recién sacado del libro "Póngale nombre al perfecto transexual" nos ha deleitado a todos con los siguientes meditaciones metafísicas, de una profundidad sin parangón:
"El comer alimentos transgénicos produce calvicie en los europeos".
"La Coca Cola desatasca retretes".
"Los hombres, al comer pollo, tienen desviaciones en su ser como hombres".
Este nuevo Ortega y Gasset del altiplano, este hegeliano pastorzuelo de llamas seguramente nunca habrá comido pollo en su vida, para así tener bien contenta a su señora -que me imagino que se llamará Adana, para hacer juego trans con él.
Pero don Evo se equivoca radicalmente en sus apreciaciones: no es el comer pollo lo que provoca la homosexualidad en los hombres, sino comer precisamente el transgénico de éste, es decir, su versión femenina... (no sé si mis amigos hispanoamericanos me estarán entendiendo, pero me estoy haciendo el transgénico del pollo un lío...)
Tampoco son los transgénicos los que provocan la calvicie, sino que la fea costumbre anglosajona de hacer "un calvo", que algunos europeos practican, es la que puede provocar que algunos de sus congéneres lleguen a padecer "desviaciones en su ser como hombres".
La verdad es que no sé si alguien ha entendido algo de lo que acabo de decir, pues las hormonas trangenepollizadas ya me están haciendo efecto, pero yo, que cada día me comprendo menos, voy a buscarme ahora en un diccionario a ver si me descifro...
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