En una de mis habituales sesiones de pajines mentales, mediante las cuales conseguiré que alguna vez sobrevenga la sabiduría definitiva a la humanidad, me dio por pensar en lo conveniente que es estar en el lugar oportuno en el momento conveniente.
Esto es aplicable perfectamente a nuestra lengua.
Me explico:
Si se nos ocurre decir "Putas gordas", este enunciado es anfibológico, es decir, polisémico: Podemos referirnos tanto a unas señoras de olvidadiza moral que gustan frecuentemente de atiborrarse de butifarra catalana como, por otra parte, estar expresando una aversión total a todas las rollizas del mundo. Este último matiz se vería acentuado si añadimos los consabidos signos de admiración (¡!).
Sin embargo, si decimos "Gordas putas", por el contrario, la anfibología prácticamente desaparece, pues casi todo quisqui entendería que nos estamos refiriendo a las susodichas jamonas que, además, en sus ratos de esparcimiento, gozan del cultural pasatiempo del meretrizaje.
De todo esto podemos deducir, por tanto, que es extremadamente importante la posición, tanto en la lengua, como en la escala social, como en la cama con la señora.
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