Así podríamos renombrar a la emisora de televisión Intereconomía que, durante estos caniculosos meses de estío, ha sustituido su interesante programación habitual por un continuo bombardeo de filmes antediluvianos, de esos previos a la invención del cine por los hermanos Lumière.
Viendo esto, no podremos decir aquello de que "cualquier tiempo pasado fue mejor", pues da cierto vértigo el contemplar cuánto bodrio se filmó en el pasado, cuanta porquería de celulosa llegó en algún momento a los sufridos ojos de los espectadores, que incluso pagaban por ello.
Dejando a un lado el dudoso gusto de los programadores de la susodicha emisora -rayano en el puro masoquismo-, quiero incidir en un aspecto sobre el que la mayoría de los lectores no habrá caído en la cuenta:
Me refiero a la aplastante vaguería -o vagancia, como ustedes prefieran- que han manifestado en la citada emisora, en la que la mayoría de sus miembros parecen haber decidido irse de vacaciones para dejar puesto el piloto automático de la insoportable levedad de la cutreprogramación.
Estos señores que tanto alardean de "liberales", que tanto pontifican sobre la "productividad", sobre el rendimiento que hay que recuperar en todas las empresas, y sobre la virtud del trabajo, no hacen sino todo lo contrario: se van todos de vacaciones, en agosto, juntitos de la mano de su ineptitud, para dejarnos una emisora que daba vergüenza de sintonizar...
Baste comparar simplemente Intereconomía con el resto de emisoras -incluidas otras de derechas, como Libertad Digital y Veo 7- para comprender a qué me refiero. Estas otras televisiones, al menos, han mantenido sus programas habituales y se han limitado a una mera sustitución temporal de sus presentadores habituales, que estaban de vacaciones.
Es una auténtica lástima que se concedan licencias televisivas -siempre escasas- a grupos empresariales que luego las van a desperdiciar y van a utilizarlas como el señorito andaluz hace con su improductivo cortijo.
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