Empezó todo con la alcaldesa de Lizarra Regina Otaola, siguió con Loly de Juan, después con María San Gil, Dolors Nadal y ahora con Rosa Díez.
Aquí tenemos de nuevo el aguerrido espíritu español, el de los machotes, el de los rompebragas, el de lamateporqueramía (voy a empezar a creerme la Leyenda Negra española, que nos dotó de universal fama de violaindias). En España no importa que agredamos a las mujeres, lo importante es que nos casemos entre los hombres.
Hemos logrado la plena equiparación entre hombres y mujeres: si no te gustan lo que dicen o lo que opinan, pues a mamporros con ellas, como si ellas fueran también unas machotas sedientas de borroka (o burroka, que, para el caso es lo mismo).
El endémico maltrato a las mujeres español se extiende también a la política de la mano de la siniestra izquierda (valga la redundancia).
Claro, siempre quedará la excusa de que todo esto es producto sólo de la extrema izquierda, porque la izquierda moderada, esto es, la del Anticristín, no quiere aumentar la tensión.
Un grupo de españoles departe amistosamente, en amena conversación, siguiendo las recomendaciones de José Luis Rodríguez Zapatero.
Imagen "Hep-hep_riots.jpg" procedente de Commons, de dominio público.
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