En una reciente encuesta, difundida por los medios de comunicación, realizada a los turistas que vienen a España, acerca de lo que menos les gusta de nuestro país, me llamó la atención una de sus respuestas: la imposibilidad de poder comunicarse bien con los españoles ante la "carencia de idiomas" de éstos.
Es decir, estos camiseteros y, en buena parte, etílicos visitantes que nos invaden todos los años piensan en la obligación que tenemos los españoles de conocer todos los idiomas habidos y por haber...
Bueno, se sobrentiende que se referían al escaso dominio del inglés que poseemos, claro, instituido por la fuerza del dinero y de las armas en la "lengua universal"...
Pero lo que a muchos se les puede antojar como carencia, a mí me llena totalmente de orgullo:
Si en España habláramos sólo en una lengua minoritaria, como el catalán, el vasco o el guaraní, podría comprender el acomplejamiento sobrevenido ante tal falta de cultura lingüística...
Pero el hecho de expresarnos en la tercera lengua del mundo por número de hablantes (tras el chino y el inglés) y en la segunda lengua materna (sólo tras el chino) me parece que no merece tal autofustigamiento y que, al igual que los anglosajones y los chinos no emigrantes no hacen el menor esfuerzo por aprender otras lenguas, los españoles debemos hacer lo mismo, es decir: promocionar nuestra lengua haciendo que los demás tengan que aprenderla para comunicarse con todo el mundo hispanohablante.
Es decir: si desean hacer negocios con nosotros, que aprendan nuestra lengua.
Sé que mi opinión va a contracorriente -como todo este blog-, pero siempre he pensado que debemos pagar con la misma moneda con que nos pagan a nosotros.
El español es la lengua del futuro, y, en breves décadas, arrinconará al inglés -la única lengua del mundo en que, si lees por primera vez una palabra, no sabrás cómo pronunciarla.
Se escandalizarán ante mis ideas todos los pijiprogres y pijicarcas que llevan a sus hijos a colegios bilingües, puesto que no querrán tirar a la basura la generosa "inversión" realizada por las susodichas castas parasitarias para que sus hijos sigan dominando la sociedad, como lo han estado haciendo ellos mismos durante décadas.
Quitémonos, pues, los complejos y aprendamos a enseñorearnos por todo el mundo con nuestra lengua, la más bella, la más amada y la más digna.
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