Acabo de ver hace unas horas el final de la serie "Perdidos" y he sentido lo que la mayoría de los televidentes de ese culebrón fantástico han debido de experimentar tras la contemplación de sus últimos fotogramas: "Perdidos" es un gran fraude televisivo.
El mayor fraude -posiblemente- desde que la caja tonta comenzara, a mediados del siglo XX, a centrifugar los cerebros de la humanidad.
Los miles y miles de misterios que la serie ha ido acumulando a lo largo de estos años, como un gigantesco termitero, al final no se resuelven: ¿por qué los habitantes de la isla ven, en la misma, a sus seres queridos fallecidos?, ¿qué es la luz que no se debe apagar?, ¿qué es el humo negro?, ¿por qué se producen los saltos temporales?... y así hasta un interminable etcétera sin fondo...
Sólo se resuelve un misterio y, con ello, nos quieren vender la moto de que todo está resuelto: las vidas paralelas de los habitantes de la isla que, al mismo tiempo que las pasan negras en la ínsula, desarrollan una existencia normal en otra realidad aparentemente simultánea... Al final, todos están ya muertecitos y se reúnen en una dimensión provisional para dar un saltito al Cielo.
Esto último es un remake de lo que la teología católica siempre ha creído que nos espera tras la muerte: todos los seres humanos, en los estertores de la existencia, nos reuniremos simultáneamente -hayamos muerto hace milenios o sólo hace cuatro horas-. Pero a este final se le quita toda la "enjundia", todo el solomillo de la cuestión: se obvia, por supuesto, el Juicio Final -en el que Dios nos juzgará a la vez a todos los humanos.
Muy en la línea Nuevo Orden Mundial (hace unos años llamado "New Age"), dicho Juicio Final no aparece en la postrera reunión atemporal de los actores de la serie y, automáticamente, todos ellos acceden a la Gloria (bueno, el malo malísimo de Benjamin no, quedándose en una especie de Purgatorio -que no Infierno- provisional).
Una serie que no resuelve nada: algo que yo comentaba hace años a compañeros del trabajo, a los que ya les advertí que -tal y como se desarrollaba el argumento- los guionistas estaban improvisando, añadiendo misterio sobre misterio, absurdez sobre absurdez -a cada cual más disparatada- y que nunca habían pensado en un final. La única solución a semejante despropósito hubiera sido que toda la serie fueran las alucinaciones previas a la muerte de los agonizantes pasajeros del avión (un recurso ya manido que se empleó en su momento en el filme "La escalera de Jacob"). O bien que todos estuvieran muertos desde el principio y que esto fuera un Purgatorio por el que estuvieran pasando, puesto que el Infierno debe de ser aún peor.
Pues no, ninguna de estas posibles soluciones, ya empleadas en la citada película, en "El sexto sentido" y en "Los otros", han asomado por esta serie...
Antaño, la gente que acudía a un teatro, si no les gustaba el final de la obra representada, protestaban para se que les devolviera el dinero.
Si, actualmente, uno va al cine y contempla una película de final defraudante, inmediatamente lo comentará a los conocidos, la noticia se difundirá y el filme será un fracaso.
Pero con una serie que, durante años, nos ha sentado como bobos en las butacas, no se puede pedir la devolución del dinero...
O al menos la devolución del tiempo... "perdido".
Sólo puedo contemplar esta serie como un símbolo de nuestros tiempos, de esta Nueva Era, de este Nuevo Orden Mundial que promete mucho y que es sólo un globo vacío con paredes de aire...
...Una nada...
...Un bluff...
...Un timo...
Y también lo contemplo como una alegoría del actual Gobierno de España: un Gobierno que prometía mucho, una troupe de comediantes que aseguraban que resolverían muchos de nuestros problemas, de nuestras dudas, y que sólo han conseguido generar muchos más problemas y engendrar nuevas incógnitas irresolubles...