Curiosamente, estoy, a la vez, indignado y, paradójicamente, de acuerdo con dicha sentencia:
Me explicaré:
El artículo 56.3 de nuestra Constitución reza lo siguiente:
Art. 563. La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad [...]Se establece, por tanto, un inigualable privilegio para nuestro Jefe de Estado al que, ridículamente, casi se le "diviniza" en la práctica...
Este artículo parece redactado por los más sumisos lacayos de cualquier dictadura tercermundista y, desde luego, entra en frontal choque con el principio de igualdad de cualquier democracia real...
Los insultos al Rey, al Presidente del Gobierno, a un ministro o un juez no debieran ser castigados más duramente que cualquier infamia vertida sobre cualquier ciudadano. El felpudismo congénito de los españoles queda claramente descubierto ante semejante despropósito jurídico.
En eso es en lo que estoy de acuerdo con la sentencia estrasburguiana. Sólo en eso. La pena que debiera haber sido impuesta al asesino etarra tendría que ser similar a la que le hubiera correspondido de haber dirigido las mismas palabras contra mí, o contra ti, querido lector.
Pero, fuera de este acuerdo cogido con pinzas, quiero manifestar mi total desacuerdo moral, mi completo desprecio a la misma y -si en mis manos estuviera- mi rotundo desacatamiento a ella:
Es indignante que España tenga que indemnizar a este individuo por difamar a alguien -sea monarca o mendigo-... Que todos los españoles tengamos que indemnizar a un señor que, en cualquier país realmente civilizado, ya hubiera sido condenado a muerte y estaría en estos momentos, jugando al póker con Satanás.
Una razón más para pedir la inmediata salida de España de este hipócrita tinglado europeo, con una Alemania vampírica, que no hace más que chuparnos la sangre mientras crece y nuestras arcas se desangran a costa del aumento del diferencial entre la deuda soberana de ambos países.
Una Europa que, mediante el timo del euro -que nos ha hecho perder a pasos agigantados nuestro anterior poder adquisitivo-, no nos permite devaluar nuestra propia moneda para impedir esta imparable hemorragia de industrias cerradas y puestos de trabajo enterrados para siempre en el lodo...
Una Europa que nos recibió displicente en su Mercado Común y nos impuso condiciones draconianas para pertenecer a ella, a costa de la práctica destrucción de nuestra industria pesquera agrícola y ganadera...
Una Europa que siempre ha sido una despreciable madrastra despreciante para nosotros y que, ahora, protege, cuida y hace mimos a nuestros peores terroristas y asesinos...
¡Hasta nunca, Europa!
Hasta nunca.
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