A solucionar el desaguisado acudieron tanto un fontanero como un albañil, pues era preciso levantar el suelo del cuarto de baño.
Al finalizar la reparación -que duró varios días- me extrañó que me extendieran dos facturas separadas: una por la albañilería y otra por la fontanería, ya que ambos operarios pertenecían a la misma empresa.
Me explicaron que las labores de albañilería tenían un IVA reducido -al 7%, si no me equivoco- y las de fontanería tributaban al tipo normal, del 16%, y de ahí la entrega de sendas facturas para cada trabajo.
Hasta ahí todo bien. Pero, tras una breve reflexión, caí en la cuenta de una verdad de perogrullo:
El Estado se nutre de nuestras desgracias.
Me explicaré:
Mi situación -que muchos de vosotros ya conocéis- es la de un parado que no cobra ningún tipo de subsidio, por lo que cualquier gasto debido a una desgraciada rotura me suele afligir más que al común de los mortales (al menos de los mortales del llamado "Primer Mundo").
Aquí estoy yo, cercano a no tener ni un duro para comer y averiguo, por la fuerza de los hechos, que el Estado se tiene que lucrar con mi desgracia.
Es decir, si por una desventura, necesitas hacer una reparación urgente, no por puro capricho, sino por pura necesidad, ahí está el Estado, todo estiradito y firme, para chupar del bote.
Sí, sí, ya sé que hay que pagar la asistencia sanitaria, las recurrentes carreteras (que yo no uso, porque sólo viajo en tren y metro), las pensiones y bla bla bla..., pero también -y continúo yo- los inmensos sueldazos de la casta política, de los arribistas autonómicos y de Su Majestad (del cual, todos los aduladores dicen que es muy sencillito y que esos cerca de 1.500 millones anuales que recibe y que puede administrar como quiera, es muy poco para su incansable labor de sol a sol).
Por otra parte, me entero ahora -con años de retraso- de que el IVA que gravaba los objetos de lujo, y que sigue existiendo en los países de nuestro entorno, lo quitó en 1995 ese ínclito socialista que tanto se preocupaba por los trabajadores llamado Felipe González, de la mano de don Pedro Solbes del Eterno Retorno.
Justicia plena: se elimina el IVA de los ricos y se mantiene el IVA de las necesidades, tanto para ricos como para pobres.
No sé con qué derecho mínimamente humano un Estado ha de tener la potestad de cobrar por las desgracias ajenas. Pero en España la tiene.
El día en que un brote de auténtica justicia y equidad empiece a florecer sobre nuestro reseco terruño moral, el gigantesco castillo de naipes que ha montado sobre nuestras espaldas la casta parasitaria que nos aflige, se derrumbará.
Tiempo al tiempo.
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